El amor más grande
Aquello que se da sin esperar recompensa, que engrandece el alma al sentirlo y cultivarlo... es algo que se complace en el bienestar del ser querido, no se conoce bien hasta que no estalla en el vientre materno, el amor con mayúsculas.
Aunque no es necesario parir para sentirlo, si cuando se tiene un hijo es cuando se alcanza a sentir el verdadero sentido de la palabra “ amar”.
Y se siente amor, cuando él yo que cada uno lleva dentro se difumina y queda relegado ante la imperiosa necesidad de proteger la vida que se ha convertido en el centro de nuestro universo.
Solo importa si come, si esta limpio, si crece con normalidad, si su salud en aceptable, y nos inquieta si no durmió, si su ciclo vital no es regular, todo gira enrededor de sus necesidades que se transforma en las tuyas.
No significa dependencia afectiva, es más bien un orden de prioridades que se desencadenan y es por puro amor que sucede, no es algo que se pueda imponer, ni recetar, es algo espontáneo que sale de dentro del corazón y crece en función de la gratificación que produce el ver una vida ir desarrollándose a tu cuidado.
Quizá no todo el mundo se identifique con este sentimiento, pero quien no haya podido sentir la fuerza de este amor, de esta entrega, no imagina que se perdió, por que en la entrega, cuidado y desarrollo de este sentimiento se realizan las mayores proezas de nuestra raza humana.
Para mí mis hijas son el amor más grande, mi identificación como ser humano, mi realización como persona, mi mayor logro, verlas crecer como seres libres, sanos, íntegros...
Para mí el amor más grande tiene dos nombres: Gloria y Amalia.
Reme Gras.
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